Interesante artículo de EL PAÍS SEMANAL en el que Carl Honoré, autor del libro "Bajo presión: cómo educar a nuestros hijos en un mundo hiperexigente" nos habla de la llamada "hiperpaternidad" y se pregunta qué significa ser niño y padre en el siglo XXI.
Es un escrito que hace reflexionar sobre la presión a la que a veces sometemos a nuestros hijos y sobre los límites que debemos ponerles.
CARL HONORÉ 12/10/2008
Los adultos han secuestrado la infancia de los niños. El impulso de modelar a los hijos con un celo sobrehumano, la llamada “hiperpaternidad”, evidencia el fracaso del modelo infantil actual. Es lo que el autor de ‘Elogio de la lentitud’ defiende en su nuevo libro, ‘Bajo presión’. Y se pregunta, en este texto para ‘El País Semanal’, qué significa ser niño y padre en el siglo XXI.
Todo comenzó durante una reunión de padres en una escuela de Londres. La opinión que los profesores me dieron sobre mi hijo era buena, pero cuando entramos en la clase de arte, los halagos aumentaron a niveles inesperados. Uno de sus trabajos, un boceto de un mago realizado al estilo de Quentin Blake, estaba colgado en la pared con chinchetas como modelo para los demás alumnos. Por debajo del retrato, mi hijo había pintado la cabeza de un hombre desde diferentes ángulos. La profesora de arte lo descolgó para enseñármelo.
"Es increíble que un niño de siete años, por iniciativa propia, haya representado la perspectiva de esa forma", me decía entusiasmada. "Su hijo, verdaderamente, destaca en clase. Es un joven artista superdotado".
Y ahí estaba, la S de esa palabra de 11 letras que produce taquicardia a cualquier padre: superdotado.
Aquella noche me puse a buscar en Google cursos y profesores particulares de arte para cultivar el don de mi hijo. En mi mente desfilaban las imágenes del que podría ser el próximo Picasso. Hasta la mañana siguiente. "Papá, yo no quiero un profesor particular, sólo quiero dibujar". Me confesó mientras desayunábamos. "¿Por qué los adultos siempre tienen que controlar todo?".
su pregunta me impresionó bastante. A mi hijo le encanta dibujar. Puede pasar horas inclinado sobre un trozo de papel inventando extrañas formas de vida, diseñando complicados libros de cómics o haciendo bocetos de Ronaldo dando patadas a un balón. Dibuja bien y se siente feliz con ello. Pero, por alguna razón, esto no era suficiente. Una parte de mí quería aprovechar esa felicidad, pulir y sacar partido de su talento, convertir su arte en un éxito. Mi hijo tenía razón: estaba intentando controlar todo.
Aquella conversación a la hora del desayuno resultó ser uno de esos momentos reveladores que le cambian a uno la vida. Me hizo darme cuenta de que, como padre, estaba perdiendo el equilibrio. También me inspiró para escribir Bajo presión: cómo educar a nuestros hijos en un mundo hiperexigente............ continúa
Papá dame un respiro · ELPAÍS.com
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